4. «PARA HACER VIVIR»

INTRODUCCIÓN

Como hemos visto, el estado es más que el verdugo de Dios; es el instrumento de Dios para la protección de la vida santa al promover la justicia. Aunque hay muchos comentarios en los escritos de Lutero que parecen dar sustancia a la reducción luterana del estado al papel de verdugo, el efecto real de Lutero fue con mucho en otra dirección. Rosenstock-Huessy señaló:
El siervo civil es resultado de la impregnación mutua de la profecía de Lutero de la reforma universal de la práctica del príncipe de su reforma especial.
El siervo civil es el hombre que primero oye la voz profética de verdad universal, y que luego entra al servicio de una autoridad secular para desempeñar su parte en la Reforma.
Las dos instituciones importantes en la Reforma alemana fueron la universidad y el estado, y ambas se movían en términos de principios profundamente arraigados en el cristianismo. «El príncipe de Lutero, por consiguiente, no estaba protegiendo a Lutero como amigo personal; defendía el derecho de un alto magistrado a albergar en su territorio una universidad soberana».
Pero Lutero, en nombre de Dios, a su vez le ofreció a Frederick su protección como siervo de Dios; «El que más cree protegerá más; y debido a que yo pienso que Su Gracia es todavía débil en la fe, no puedo por ningún medio pensar de Su Gracia como el hombre que podría protegerme o salvarme».
En Alemania, «las universidades llegaron a ser las herederas del trono del obispo, la cátedra. A la silla del profesor se le llamaba “Katheder”». Según Rosenstock-Huessy, el príncipe no tiene más control de las universidades que el zapatero. Las universidades representan la vida del Espíritu Santo en la nación alemana, en tanto que el príncipe y su estado estaban ciegos y sordos en asuntos de religión sin la ayuda de los predicadores y maestros de la fe. Lutero no glorificó para nada al estado y al gobierno. «Los príncipes son los verdugos y carceleros de Dios», dijo.
Este elemento estaba claramente presente en Lutero, pero eso no era todo. El príncipe cristiano y el erudito cristiano, el estado cristiano y el ministerio cristiano de la palabra en su sentido más amplio para recalcar al erudito de la palabra, fueron las dos instituciones centrales en la Reforma alemana y para Lutero.
Pero, mucho más que Lutero, debemos recalcar el trabajo del estado como ministro bajo Dios (no bajo la iglesia), y con una tarea negativa al castigar el mal y la injusticia, o sea, al establecer positivamente un orden-ley en el cual los buenos pueden prosperar y florecer.
No sin razón, como ya hemos visto, a las autoridades civiles y otras se les llama «dioses», porque participan por el llamamiento y la gracia de Dios en su obra soberana de gobierno. Dios declaró por medio de Moisés: «Ved ahora que yo, yo soy, Y no hay dioses conmigo; Yo hago morir, y yo hago vivir; Yo hiero, y yo sano; Y no hay quien pueda librar de mi mano» (Dt 32: 39). Esta misma declaración aparece en parte en 1 Samuel 2:6 y en Isaías 43:13.
En el Canto de Moisés, claramente se relaciona con la ley; el Señor es el gran legislador y juez, y de aquí su poder para matar y hacer vivir, para herir y para sanar. Este poder se delega a las autoridades humanas para que lo usen conforme a la palabra-ley de Dios, y todas las autoridades así tienen en grados variados el poder para restringir, matar o herir por un lado, y para sanar o hacer vivir al promover el orden-ley y la palabra de Dios por el otro.
Esta función está claro que le pertenece al estado y a la iglesia. El poder de las llaves dado a la iglesia para perdonar pecados o para atarlos en términos de la palabra de Dios, es un aspecto de esta autoridad delegada para matar y hacer vivir (Mt 18: 18; 16: 19; Jn 20: 23).
La iglesia puede perdonar pecados en donde la palabra de Dios declara perdón y saber que ese perdón permanece ante el cielo; puede rehusar perdón en donde las condiciones de la ley de Dios no se cumplen, con la confianza de que en el cielo se niega el perdón.
La iglesia «hace vivir» por el ministerio de la palabra y los sacramentos, no debido a que algún poder para comunicar vida resida en la iglesia, sino porque Dios es fiel a su palabra en donde se ministra de verdad.
La escuela igualmente tiene el deber, como también el hogar, de matar y hacer vivir y, para herir en castigo en donde la palabra de Dios lo requiere, y para promover la vida por sus enseñanzas y disciplina.
Un aspecto importante del deber de «hacer vivir» según aparece en las Escrituras es el arte, y en particular la música. Un libro entero de himnos, el libro de los Salmos, es parte de la palabra inspirada y repetidas veces ordena que se cante y se toque en instrumentos musicales la alabanza a Dios.
Otro aspecto importante de legislación para «hacer vivir» tiene que ver con los deberes hacia las personas:

1. A LAS VIUDAS Y LOS HUÉRFANOS.

A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos (Éx 22: 22-24).
No torcerás el derecho del extranjero ni del huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda, sino que te acordarás que fuiste siervo en Egipto, y que de allí te rescató Jehová tu Dios; por tanto, yo te mando que hagas esto (Dt 24: 17-18).
Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén (Dt 27: 19).
La opresión se cita repetidas veces como un pecado de veras aborrecible a la vista de Dios, y a reyes y jueces se les advierte en contra de ella, y se les ordena que sean vigilantes para prevenirla. Pero, aparte de las penas legales para las instancias particulares de opresión, se cita otra pena: el castigo divino.
Cuando los desvalidos claman al Señor, él será su defensor. La frase «clamaren a mí» se puede traducir «clamaren fervientemente a mí». Dios cita aquí el principio de la ley del talión: vida por vida, diente por diente; si los hombres oprimen a las viudas y huérfanos, sus propias esposas e hijos quedarán viudas y huérfanos por castigo de Dios.

2. AL PRÓJIMO, O SEA, OTROS MIEMBROS DEL PACTO.

Si vieres el asno de tu hermano, o su buey, caído en el camino, no te apartarás de él; le ayudarás a levantarlo (Dt 22: 4).
No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás (Lv 19: 13).
No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová (Lv 19: 18).
Si bien los animales son parte de esta ley, la preocupación primaria es el amor al prójimo. Esto es evidente en forma muy clara en Éxodo 23:4, 5: «Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga. Antes bien le ayudarás a levantarlo».
Ni la enemistad ni la indiferencia puede permitirnos rehusar ese cuidado justo por los problemas de nuestro prójimo (o enemigos) que Dios nos requiere. La única base para nuestra relación con otros hombres es la ley de Dios, y no nuestros sentimientos.

 3. AL POBRE

No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito. De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no justificaré al impío (Éx 23: 6, 7).
Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu tierra segada. Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo Jehová vuestro Dios (Lv 19: 9, 10).
Y cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tú lo ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo. No tomarás de él usura ni ganancia, sino tendrás temor de tu Dios, y tu hermano vivirá contigo. No le darás tu dinero a usura, ni tus víveres a ganancia.
Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para daros la tierra de Canaán, para ser vuestro Dios. Y cuando tu hermano empobreciere, estando contigo, y se vendiere a ti, no le harás servir como esclavo. Como criado, como extranjero estará contigo; hasta el año del jubileo te servirá. Entonces saldrá libre de tu casa; él y sus hijos consigo, y volverá a su familia, y a la posesión de sus padres se restituirá.
Porque son mis siervos, los cuales saqué yo de la tierra de Egipto; no serán vendidos a manera de esclavos. No te enseñorearás de él con dureza, sino tendrás temor de tu Dios (Lv 25: 35-43).
En las cortes, a los pobres no hay que favorecerlos, «ni al pobre distinguirás en su causa» (Éx 23:3), ni desfavorecerlos (Éx 23: 6, 7); se debe evitar los asuntos y acusaciones falsas, para que no conduzcan a la lesión o muerte de inocentes; de ninguna manera Dios justificará al perverso.
En la vida cotidiana, los pobres que lo merecen, tanto nativos como extranjeros, tenían el derecho legal de espigar. Ningún agricultor podía segar sus campos de manera total; el fruto que era difícil de alcanzar, el grano junto a las cercas y orillas, y el racimo solitario aquí y allá en las ramas debía dejarse para el rebusco. El agricultor entonces concedía derechos de rebusco a algunos de los pobres y a veces favorecía a una persona especialmente merecedora, como Booz lo hizo con Rut.
En el rebusco en los Estados Unidos, hasta la Segunda Guerra Mundial, algunos agricultores tenían a ciertas familias como rebuscadoras permanentes y así daban a esos pobres una medida real de seguridad. El rebusco entonces se podría usar para la mesa o venderse para ingresos adicionales. El rebusco era trabajo duro, puesto que incluía mucho más esfuerzo que la siega regular, cuando el fruto o grano era abundante.
En algunos casos sin embargo, a veces israelitas empobrecidos, sobrecargados por la deuda, y a veces hombres acosados por la adversidad, se vendían como esclavos. Como miembros del pacto, todavía eran hermanos. Antes de convertirse en un esclavo, cuando él «se acogiere», «tú lo ampararás», y había que darle la misma consideración y cuidado que los extranjeros y peregrinos debían recibir.
Como lo dice Levítico 25:35, «tú lo ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo». Si necesitaba fondos, los préstamos debían ser sin intereses ni aumentos.
Las autoridades durante el segundo Templo definían las palabras que se traducen «usura» (neshej) y «ganancias» (tarbit, o marb) como sigue: Si una persona le presta a otro un siclo equivalente a cuatro denarios, y recibe en paga cinco denarios, o si le presta dos sacos de trigo, y recibe tres en pago, esto es usura. Si uno compra trigo para entrega al precio de mercado de veinticinco denarios la medida, y cuando sube a treinta denarios le dice al vendedor:
«Entrégame el trigo, porque quiero venderlo y comprar vino», y el vendedor responde: «Recibiré el trigo a treinta denarios y te daré vino por él», aunque no tiene vino, esto es ganancia. La «ganancia» está en el hecho de que el vendedor no tiene vino al momento, y posiblemente puede perder de nuevo por el aumento en el vino. En consecuencia, lo primero es un costo en dinero, en tanto que lo último es en productos.
Si no puede pagar el préstamo, el pobre queda como esclavo, excepto que, aunque técnicamente es esclavo, es un siervo con el jubileo en perspectiva; es un hermano que volverá a ser libre. Mientras tanto, no se le puede tratar como esclavo, como un incrédulo, sino más bien como empleado que en algún sentido sigue siendo un hombre libre. Dios dice muy claro por qué: «Porque son mis siervos» (Lv 25: 42).
Tanto amo como siervo son siervos de Dios, quien gobierna en absoluto la vida y las relaciones personales de ambos. En vista de esto, San Pablo declaró: «Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1ª Co 6:20).
Hay que notar que la ley aquí tiene en mente la tentación a tratar de manera irrespetuosa a un miembro más débil del pacto; de aquí que se establece que, puesto que se le tiene como hermano, se le debe dar el respeto y cortesía que normalmente se daba al extranjero y al peregrino. El verdadero creyente es un hombre libre en el Señor; por tanto, incluso en deuda o en servidumbre tiene derecho a una libertad que no se concede a otros, que son esclavos por naturaleza.
Un punto de importancia con respecto al rebusco es que, en la forma antigua, era agrícola; la vida moderna es más urbana. Un intento significativo de rebusco urbano lo empezaron hace unos años las Industrias Goodwill. Al recoger artículos y bienes descartados, y luego repararlos y venderlos usando personas desempleadas o minusválidas, se provee algún ingreso para muchos. El crecimiento de la ayuda social ha limitado el crecimiento del rebusco urbano, pero sus potencialidades son muy reales y merecen mayor desarrollo.

4. A PEREGRINOS, Y EXTRANJEROS.

Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto (Éx 22: 21).
Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto (Éx 23: 9).

CUANDO EL EXTRANJERO MORARE CON VOSOTROS EN VUESTRA TIERRA, NO LE OPRIMIRÉIS.

Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios (Lv 19: 33, 34).
Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto (Dt 10: 17-19).
No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida; para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado (Dt 24: 14, 15).
No torcerás el derecho del extranjero ni del huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda (Dt 24: 17).
Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén (Dt 27: 19).
De estos versículos, como también de los anteriores, sale a la luz un hecho importante.
Así que, si bien la ley bíblica es severa en su condenación del delito, y la holgazanería (como testifica una buena parte de Proverbios), es igualmente severa en su condenación de todos los que oprimen al débil y al extranjero. Para usar los términos modernos, la sociedad según la concibe la ley bíblica es competitiva y libre pero no atomística.
La esencia del capitalismo y del comunismo moderno es que son atomísticos; como se ha disuelto la presuposición necesaria de una sociedad verdadera, la fe bíblica, la sociedad ha sido atomística e incapaz de establecer una verdadera comunidad. A fin de tener una verdadera comunidad, primero, es necesaria la fe, un vínculo común de doctrina y prácticas religiosas.
Segundo, es necesaria una unidad religiosa («extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto»), una consciencia de nuestros orígenes y de la gracia de Dios.
Tercero, al extranjero y a nuestro prójimo por igual hay que amarlos como nos amamos nosotros mismos, o sea, concederles el mismo respeto por su vida, familia, propiedad y reputación, en palabra, pensamiento y obra que nosotros mismos deseamos.
Cuarto, no solo hay que abstenerse de oprimir al extranjero y al débil, sino que en su necesidad deben recibir nuestra ayuda y atención.
Quinto, el extranjero y el débil, las viudas y huérfanos, deben recibir la misma justicia concienzuda en las cortes de ley que concedemos a los grandes de nuestro día, o sea, sin favoritismo y con el debido respeto por la ley y sus derechos ante la ley. Sexto, debe haber una medida de favoritismo al creyente necesitado en los préstamos; deben ser sin intereses, y sus artículos básicos necesarios («la ropa de la viuda») no se puede tomar como prenda.
Todavía más, a los obreros contratados se les debe pagar al atardecer por su trabajo, «pues es pobre, y con él sustenta su vida».

5. AL NECESITADO E INDEFENSO.

Estos aparecen en las clasificaciones previas, pero con todo la ley los señala de manera singular y específica, y Galer con razón da esto como una categoría diferente de legislación. Ya se ha citado Deuteronomio 24: 14 y 27: 19. Levítico 19: 14: «No maldecirás al sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios. Yo Jehová», también se citó ya, en otro contexto.

6. A LOS ESCLAVOS Y SIERVOS:

Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo saldrá libre, de balde. Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, saldrá él y su mujer con él. Si su amo le hubiere dado mujer, y ella le diere hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo, y él saldrá solo.
Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre; entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre (Éx 21:2-6).
Deuteronomio 24: 14, 15 (citado arriba).
Si se vendiere a ti tu hermano hebreo o hebrea, y te hubiere servido seis años, al séptimo le despedirás libre. Y cuando lo despidieres libre, no le enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar; le darás de aquello en que Jehová te hubiere bendecido. Y te acordarás de que fuiste siervo en la tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te rescató; por tanto yo te mando esto hoy (Dt 15:12-15).

HABÍA QUE AYUDAR A LOS POBRES EN SUS NECESIDADES, PERO LA AYUDA NO PODÍA SER SUBSIDIO.

Debido a su imposibilidad de pagar sus deudas, algunos se hacían siervos por un período de no más de seis años, hasta el próximo año sabático, o pequeño jubileo. Al siervo no solo había que tratarlo bien, sino que había que despedirlo con una paga generosa por sus servicios. (Este sistema de siervos era parte de la ley inglesa, y muchos estadounidenses vienen de antepasados que llegaron a los Estados Unidos de América vendiéndose como siervos por un sabbat de años).
El siervo, sin embargo, no podía tener lo mejor de ambos mundos, el mundo de la libertad y el mundo de la servidumbre. Una esposa significaba responsabilidad, y para casarse, el hombre debía tener una dote como evidencia de su capacidad para encabezar una familia.
Un hombre no podía adquirir el beneficio de la libertad, una esposa, y al mismo tiempo el beneficio de la seguridad bajo un amo. Si se casaba con una sierva o una esclava mientras era siervo sabía que al hacerlo estaba abandonado la libertad o su familia. Entonces, o se quedaba para siempre como esclavo con la familia y había que perforarle la oreja como señal de subordinación (como las mujeres), o dejaba a su familia. Si se iba y dejaba a su familia, si ganaba lo suficiente podía redimir de la esclavitud a su familia.
La ley aquí es humana pero nada sentimental. Reconoce que algunos son por naturaleza esclavos y siempre lo serán. A la vez requiere que se les trate de una manera piadosa y también que el esclavo reconozca su posición y la acepte con gracia.
El socialismo, al contrario, trata de darle al esclavo todas las ventajas de la seguridad junto con los beneficios de la libertad, y, en el proceso, destruye tanto al libre como al esclavizado. Sigue siendo válido el viejo principio de ley, derivado de esta ley, de que el que recibe beneficencia pública no puede ejercer el sufragio ni tener otros derechos afines de un ciudadano libre.

7. REVERENCIA PARA LOS ANCIANOS.

«Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová» (Lv 19: 32). De nuevo, la ley protege a los débiles; la protección se extiende de este modo de los jóvenes (huérfanos) a los mayores.

8. CONSTRUCCIÓN DE BARANDAS

Cuando edifiques una casa nueva, construye una baranda alrededor de la azotea, no sea que alguien se caiga de allí y sobre tu familia recaiga la culpa de su muerte (Dt 22: 8).
Los eruditos a quienes les encanta buscar paralelos de la ley bíblica en otros códigos legales antiguos no pueden en esto (como en otros puntos) hallar un paralelo. Se establece un principio de seguridad en la construcción de edificios, así como también un principio general de responsabilidad.
Los techos planos de entonces por lo común se usaban para la vida en el verano; el techo debía tener un muro o baranda para evitar caídas. El dueño de la propiedad tenía la responsabilidad de eliminar ocasiones de daño a las personas legítimas en su tierra o en su casa. La obligación de «dar vida» es la obligación de eliminar las fuentes potenciales de daño.

9. REBUSCO Y OFRENDAS COMPARTIDAS.

Ya se ha citado esto. Los pasajes que requieren el rebusco son Éxodo 23: 10, 11; Levítico 17: 2-9; 19: 9, 10; 23: 22; Deuteronomio 16: 10-14; 24: 19-21; Rut 2. Dos de estos pasajes no son estrictos con referencia al rebusco (Lv 17: 2-9; Dt 16: 10-14), pero tienen referencia a ofrendas compartidas, una forma de caridad para los pobres, los extranjeros y los levitas.
Hay una referencia al rebusco en el proverbio de Gedeón: «¿No es el rebusco de Efraín mejor que la vendimia de Abiezer?» (Jue 8: 2). La interpretación o paráfrasis caldea de esto dice: «¿No son los débiles de la casa de Efraín mejores que los fuertes de la casa de Abiezer?». El rebusco exigía trabajo de parte del que recibía. Las ofrendas compartidas ponían a los pobres, al extranjero y a los levitas dentro de la familia del que daba mientras se regocijaban juntos ante el Señor.
No era por entero ni esencialmente caridad, puesto que el peregrino podía ser próspero, y el levita acomodado, aunque el huérfano y la viuda a menudo eran necesitados (Dt 16: 10- 14). En esencia, la ofrenda compartida establece su vida común bajo el gobierno de la gracia de Dios. Las ofrendas compartidas y los rebuscos servían también para unir a los hombres y promover la comunidad. Como San Pablo declaró: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gá 6:2).
Pero, con respecto a la responsabilidad y el trabajo, como San Pablo añadió, «cada uno llevará su propia carga» (Gá 6: 5). A los hombres se les hace «vivir» con la ayuda santa; no se les hace «vivir» por aliviar sus responsabilidades santas. El comentario de Herman N. Ridderbos sobre Gálatas 6:5 es de interés:
Todo hombre es culpable de su conducta ante Dios. De aquí que uno debe conducirse como el versículo 4 recomienda. Carga esta vez no se refiere tanto a un peso opresivo (como en el versículo 2), sino a la obligación normal que recae sobre todo hombre. La palabra llevará connota la certidumbre de este enunciado, así como también el juicio venidero, en donde se manifestará.
La falsa caridad destruye a los hombres y a la sociedad porque «el corazón de los impíos es cruel» (Pr 12: 10), pero una fiel adherencia a la ley del Señor da vida.

PUESTO QUE EL HOMBRE VIVE EN UN MUNDO CAÍDO, TIENE LA TAREA DE RESTAURAR.

Dios lo delega, en todo aspecto de autoridad, para que mate y dé vida a fin de restablecer el dominio que Dios ordenó para el hombre en la creación de todas las cosas. El hombre nunca puede establecer dominio sin imponer ambos aspectos de esta obligación bajo Dios y según su ley. El solo matar no logra nada; los tiranos de la historia son destructores. Stalin no ganó nada con todas sus matanzas inicuas, sino que dejó a Rusia y al mundo más pobre y más arruinado con sus esfuerzos por establecer el paraíso mediante la muerte.

Pero, de modo similar, los que tratan de evitar todo daño, toda muerte, como medio de producir un nuevo mundo solo logran darle la victoria al mal. Sus tiernas misericordias son crueldad, y al dar vida al mal producen muerte a la sociedad. Solo al observar fielmente el mandato de Dios de matar y hacer vivir de acuerdo a su palabra-ley puede el hombre establecer dominio sobre la tierra y lograr la requerida tarea de restauración.