INTRODUCCIÓN
Una ley importante, citada en
Deuteronomio 19:14, tiene referencia básicamente al octavo mandamiento: «No
hurtarás». Esto es evidente en el pasaje tanto como en referencias posteriores
a la ley:
En la heredad que poseas en la
tierra que Jehová tu Dios te da, no reducirás los límites de la propiedad de tu
prójimo, que fijaron los antiguos (Dt 19: 14).
Maldito el que redujere el límite
de su prójimo. Y dirá todo el pueblo: Amén (Dt 27: 17).
Traspasan los linderos, roban los
ganados, y los apacientan (Job 24: 2).
No traspases los linderos
antiguos que pusieron tus padres (Pr 22: 28).
No traspases el lindero antiguo,
ni entres en la heredad de los huérfanos;
Porque el defensor de ellos es el
Fuerte, el cual juzgará la causa de ellos contra ti (Pr 23: 10, 11).
La referencia a la propiedad es
obvia, pero también hay una referencia a la conservación de la herencia. Hay
que preservar la herencia, una herencia de tierra. Pero, con razón, estas
referencias en Deuteronomio y Proverbios se han tomado cómo que se refieren a
un hecho más amplio, un respeto por los hitos morales, espirituales y sociales de
nuestra herencia en el pacto de Dios. W. F. Adeney vio en Proverbios 22: 28 una
referencia a los títulos de propiedad, de historia, de doctrina y de moral.
Hay base bíblica para esto en que
Oseas 5: 10, al citar la apostasía religiosa y moral de la nación y la
corrupción de sus dirigentes, dice, «Los príncipes de Judá fueron como los que
traspasan los linderos; derramaré sobre ellos como agua mi ira». De este
versículo Reynolds y Whitehouse observaron: «Ellos (los príncipes de Judá)
derribaron la barrera entre el bien del mal, entre la verdad y la falsedad,
entre Jehová y Baalim».
ESTA ES LA IMPORTANCIA DE ESTA LEY CON
REFERENCIA A LA SEXTA PALABRA-LEY: «NO MATARÁS».
Destruir la barrera entre el bien
y el mal, entre la verdad y la falsedad, y entre Dios y los falsos dioses, es
asesinar a la sociedad y matar su herencia más básica.
La remoción de los hitos ha sido
una tarea principal de la educación y la política en años recientes. De la
educación, Black, al hacer un análisis de la educación de Estados Unidos de
América en el siglo XIX, escribió:
Al mirar hacia atrás a esos años,
podemos ver que los libros de texto y las escuelas mismas sostenían la ética puritana
como su principio moral básico.
Fue esta ética lo que forjó y
unificó a la nación. «El juicio de valor», escribe Ruth Miller El son, «es su
más valioso inventario: amor al país, amor a Dios, obligación con los padres, y
la necesidad de cultivar hábitos de frugalidad, honestidad y trabajo arduo a
fin de acumular propiedad, la certeza de progreso, la perfección de los Estados
Unidos. Estas cosas no hay que cuestionar.
Tampoco en todo este siglo de
gran cambio externo hay alguna desviación de estos valores básicos. En arreglos
pedagógicos el libro de texto de la década de 1790 es ampliamente diferente del
de 1890, pero el continuo de valor es ininterrumpido. El niño debe aprender
ética al aprender información en cuanto a su mundo, incuestionablemente, de
memoria. Su conducta no debe ser dirigida desde adentro, ni dirigida por otros,
sino dictada por la autoridad y aceptada pasivamente».
Así entramos al siglo XX.
Esta descripción de los libros de
texto del siglo XIX no es justo en algo de su terminología, pero es acertado al
describir la diferencia entre los libros de texto y escuelas de entonces y las
del presente siglo. En lugar de una moralidad cristiana, se enseña una ética
relativista; en lugar de un respeto por los hitos de la sociedad cristiana
(nunca vistos como «perfección» sino como un intento de hacer realidad el orden
santo), se enseña un desprecio por el pasado. Esto se ha hecho en el nombre de
la democracia aunque en desprecio de las creencias y deseos populares.
Se han negado los antiguos hitos
a favor de nuevos hitos. En lugar de afirmar la soberanía de Dios, los
educadores e intelectuales ahora afirman la
soberanía del azar. Charlotte
Willard declara: «El azar es la única certidumbre del universo».
Cada nueva fe quiere decir un
nuevo aspecto de posibilidad incluso mientras cierra la puerta a otros
aspectos. Para Willard, la soberanía de Dios, una moralidad absoluta, el
movimiento de la historia en términos del decreto de Dios a la victoria ineludible,
y el destino del hombre bajo Dios, son todos imposible. Pero nuevos aspectos de
posibilidad se abren por un mundo de azar en el cual el hombre asume el papel
de dios y creador. Willard, revisando Beyond Modern Sculpture: The Effect of Science and Technology on the Sculpture of This Century, de Jack
Burnham escribe:
El Sr. Burnham lleva al clímax su
tesis citando de Intelligence in the
Universe de Roger MacGowan y Frederick Ordway; el primero, jefe de la
Rama.
Científica Digital, Centro de
Comando de Computación de Proyectiles del Ejército, Hunstville, Alabama, y el
último presidente de la Corporación de Investigación Astronáutica General,
Londres. Estas profetizan que la vida inteligente que podamos encontrar en el
espacio estelar probablemente será el producto de la evolución biológica pero
será vida inteligente inorgánica construida artificialmente. Los líderes
políticos aquí en la tierra pronto aprenderán que se puede construir un
autómata artificial inteligente con capacidades intelectuales sobrehumanas.
Creen que este autómata se apoderará de la tierra.
El hombre, en otras palabras,
producirá su propia transformación de una creación biológica a una
concentración inorgánica de energía que procesa información. El Sr. Burnham
concluye triunfalmente que «los límites físicos que separan al escultor de los
resultados de sus esfuerzos tal vez desaparezcan». La ilustración final en el
libro es un arreglo de tubos torcidos y erecto que se rotula Dios.
La reacción de Charlotte Willard
a esto no es alegre, pero no tiene base real para la oposición. Negar a Dios en
última instancia significa negar al hombre; esta es la consecuencia de eliminar
los hitos antiguos. Una filosofía de la muerte de Dios en realidad deletrea la
muerte del hombre.
Al hombre como creación de Dios
se elimina a favor del autómata que es creación del hombre. En otras palabras,
el hombre hace de Dios suicidándose, punto que hace Dostoievski en El poseído.
A los viejos hitos de la ley se
ha reemplazado con nuevos hitos relativistas. La Corte Suprema de los Estados
Unidos extensivamente ha reemplazado la ley histórica estadounidense, con su
orientación bíblica, con una ley humanista. Se han usado nuevos hitos legales
para modificar antiguas leyes y subvertir el orden social.
Pero un hito relativista,
humanista, no es hito. El relativismo solo da una cinta elástica para medir,
que mide de manera diferente para todo hombre, según su medida y propósito
personal. Como resultado, el hombre puede vivir en una crisis y no reconocerla.
Por esto, aunque el delito subió agudamente entre 1967 y 1969, el público
estadounidense se acostumbró más en esos años a vivir en un mundo de delito y
violencia. Al no tener un estándar objetivo, sus juicios reflejan sus propias reacciones
antes que un hecho objetivo.
La encuesta Harris mostró que
«una mayoría sustancial de los estadounidenses, el 59%, no piensan que el
delito esté aumentando en sus propias comunidades, aunque apenas un poco más de
uno en cada tres todavía cree que el delito está aumentando. Estos resultados
marcan una reducción aguda en la aprehensión pública respecto al delito,
comparado con una encuesta similar tomada en 1967». Sin que sea sorpresa, en
Los Ángeles, el 27 de mayo de 1969, un gran número de votantes votó aprobando a
Tomás Bradley, candidato de color, porque hacer eso era «lo de moda».
Hacer guerra contra los hitos es
hacer guerra contra el progreso. Cuando la antigua China se volvió relativista
en filosofía, la consecuencia fue el estancamiento.
Cualquier progreso que China
experimentó en siglos se debió a fuerzas ajenas a su filosofía básica. Hoy,
filósofos educativos y maestros cada vez más están diciendo en sus clases que
es imposible fijar metas en la educación. En un mundo de cambio, ¿cómo puede un
hombre saber el futuro y educar en términos de lo desconocido?
Puesto que vivimos en un mundo de
cambio, lo único que se puede enseñar de manera válida es la certeza del
cambio. Los educadores, pues, concuerdan con Willard en que «la casualidad es
la única certeza en el universo». Así, en lugar de moralidad, se debe enseñar
el amoralismo; en lugar de ciertos hechos básicos en cuanto al hombre y la
sociedad, más bien se enseña la certeza del cambio.
Como resultado, los estudiantes
lógicamente demandan cambio continuo o rebelión como la necesidad moral en un
universo amoral. Con tal filosofía educativa, la educación para la rebelión es
ineludible, y solo una educación rigurosamente cristiana puede contrarrestarla.
Otras filosofías de educación, o sea, aparte de la humanista y cristiana, son
esencialmente nostálgicas; tratan de retener un orden deseado pero sin causa
válida.
EN UN MUNDO SIN HITOS, TODA LEY O HITO
ES UN DELITO.
Por eso, la premisa moral del
Marqués de Sade era que «En una sociedad transgresora uno debe ser transgresor».
Esto quiere decir guerra total contra todo lo establecido, contra todo orden
social. También significa aislamiento, y todo hombre es una isla en sí mismo.
Como dijo Sade: «Mi prójimo no es nada mío; no hay ni la más ligera relación
entre él y yo».
Como resultado, Sade estaba en
guerra contra la idea de tener leyes y cortes; la única «justicia» que
aprobaría era la de la vendetta, el acto personal de asesinato. En un mundo de
anarquismo, sin hitos obligatorios para todos, los actos de todo hombre tienen
validez total porque la licencia total es la única ley posible. Como Simone de
Beauvoir resumió:
Simpatizar con Sade demasiado
fácilmente es traicionarlo. Porque es nuestra desdicha, sujeción y muerte lo
que él desea; y cada vez que nos ponemos de lado de un niño degollado por un
maníaco sexual, tomamos una posición en su contra. Él tampoco nos prohíbe
defendernos. Permite que un padre pueda vengarse o prevenir, incluso mediante
el asesinato, la violación sexual de su hijo. Lo que demanda es que, en la
lucha entre existencias irreconciliables, cada uno se esfuerce concretamente en
el nombre de su propia existencia.
Aprueba la vendetta, pero no las
cortes. Podemos matar, pero no podemos juzgar. Las pretensiones del juez son
más arrogantes que las del tirano; porque el tirano se confina a ser él mismo,
en tanto que el juez trata de erigir sus opiniones como leyes universales. Su
esfuerzo se basa en una mentira.
Porque toda persona está
prisionera en su propia piel y no puede convertirse en mediadora entre personas
separadas de quienes ella misma está separada.
El hecho de que un gran número de
estos individuos se unan y se alienen en instituciones, de las cuales ya no son
amos, no les da derecho adicional. Su número no tiene nada que ver con el
asunto.
Si los deseos de un hombre son
los únicos hitos, en un mundo sin significado el hombre mismo se vuelve carente
de sentido. Para Sade, el único contacto
posible con otros era la agresión, y el único significado posible era el delito. En las propias palabras de
Sade: «Ah, ¡cuántas veces, por Dios, no he anhelado poder asaltar al sol,
arrebatarlo del universo, hacer una oscuridad general, o usar al sol para
incinerar al mundo! Ah, eso sería un delito». La única realidad, entonces, es
la agresión.
PERO, ¿QUÉ SI EL HOMBRE Y SU AGRESIÓN
SON SOLO «PARTE» DE LA NADA UNIVERSAL?
La conclusión del relativismo
chino, y, crecientemente en las formas occidentales de la misma fe, es en
verdad que la casualidad es la única certeza y la nada es el destino y realidad
universales. Wang Wei (701-761 d.C.), al avanzar más allá de las «ilusiones»
del bien y mal, escribió: «No cuentes con el bien o el mal; solo desperdiciarás
tu tiempo. ¿Quién sabe sino que todos vivimos la vida en un laberinto de un
sueño?».
Según Wang Wei, la cura de la
soledad y el aislamiento del hombre en un mundo de relativismo es «la doctrina
del no ser; ahí está el único remedio». Niega todo significado como cura de la
falta de significado. En un mundo en donde se destruyen los hitos, se niega la
posibilidad de hitos. En breve, decirle al hombre que se muere de hambre que el
hambre es un mito. Esta es la conclusión del relativismo.
Si es un delito alterar los hitos
de la propiedad para quitarle terreno a un vecino, ¿qué delito mucho mayor es
alterar los hitos sociales, los cimientos bíblicos de la ley y la sociedad, y
por consiguiente acarrear la muerte a ese orden social? Si es un delito robar
bancos, es un delito robar y asesinar a un orden social.