INTRODUCCIÓN
Los evolucionistas humanistas a
menudo sueñan con una sociedad sin coacción.
El anarquismo es, por supuesto,
esa filosofía que mantiene que el hombre puede hallar realización solo en una
sociedad no estatista, voluntarista y no coactiva. El libertarianismo es cada
vez más una filosofía abiertamente anarquista y relativista.
Puesto que la definición
libertaria de anarquismo es la mejor, examinemos esta posición según la define
Karl Hess, que fue el escritor del senador Goldwater en la campaña presidencial
de 1964:
El libertarianismo es la noción
de que cada hombre es el dueño absoluto de su vida, para usarla y disponer de
ella como le parezca, y que todas las acciones sociales de los hombres deben
ser voluntarias y que el respeto de la propiedad de la vida similar e igual de
todos los demás hombres y, por extensión, de la propiedad y los frutos de esa
vida, es la base ética de una sociedad humana y abierta.
Es más, Hess afirma: «Cada hombre
es una tierra soberana de libertad, con lealtad primaria a sí mismo». Para
Hess, el hombre no es un pecador sino más bien su propio dios. El pecador, la
gran maldad, es el estado. Al analizar a personas de ideología liberal y
conservadora sobre la cuestión del estado, Hess dice:
Así como el poder es el dios del
liberal moderno, Dios sigue siendo la autoridad del conservador moderno. El
liberalismo práctica la regimentación, simplemente por regimentación. El
conservatismo practica la regimentación por una no tan sencilla revelación.
Pero regimentado o revelado, el nombre del juego todavía sigue siendo política.
El gran defecto del conservatismo
es una honda grieta por la cual cae toda referencia a la libertad, para
destrozarse contra las rocas del autoritarismo.
Los conservadores se preocupan de
que el estado tenga demasiado poder sobre las personas. Pero fueron los
conservadores los que le dieron al estado ese poder. Murray Rothbard,
escribiendo en Rampart, ha
resumido este conservatismo defectuoso al describir una «generación nueva y más
joven de derechistas, de “conservadores” que pensaban que el problema real del mundo
moderno no era tan ideológico como el estado versus libertad del individuo, o
intervención del gobierno versus mercado libre; el problema real, declararon,
era la preservación de la tradición, orden, cristianismo y buenos modales
contra los pecados modernos de la razón, la licencia, el ateísmo y la grosería.
Para muchos conservadores, la
pesadilla que acosa sus vidas y su posición política (que muchos resumiría como
«ley y orden» estos días) es las del motín. Hasta donde yo sepa, no hay límite
que los conservadores pondrían en el poder del estado para suprimir los
motines.
Hess tiene razón al decir que los
conservadores se apoyan en la «revelación», o sea, en «la preservación del…
cristianismo», y es el fracaso del conservatismo que no ve esto, que intenta
defender sobre premisas humanistas un producto cristiano. Pero, ¿en que
descansa la posición de Hess? La creencia en la bondad del hombre, la capacidad
del hombre de vivir sin coacción o violencia, y la soberanía del hombre no
descansan ni en la experiencia, ni en la historia, ni en la razón. Hess provee aquí
su propia revelación de cosecha propia. Pide «comunidades de voluntarismo» y
llama al hombre «a ir metafísicamente solo a un mundo más de razón que de religión».
En tanto que llama a su posición «no exactamente anarquía», Hess no la
distingue del anarquismo.
El libertarianismo moderno
descansa en el relativismo radical; no existe ninguna ley o estándar aparte del
hombre mismo. Algunos profesores libertarios dicen en clases y en la conversación
que cualquier posición es válida siempre y cuando no afirme ser la verdad, y
por consiguiente la religión bíblica es la esencia del mal para ellos. Debe
haber, según estos libertarios, un
mercado totalmente libre de
ideas y prácticas.
Si todos los hombres son ángeles,
un mercado totalmente libre de ideas y prácticas solo producirá una comunidad
angélica. Pero si todos los hombres son pecadores que necesitan la redención de
Cristo, un mercado libre de ideas y prácticas producirá solo caos de maldad y
anarquía.
Tanto la posición libertaria como
la bíblica descansan en la fe; una en la fe en la bondad natural del hombre, la
otra en la revelación de Dios respecto al estado pecador del hombre y su
glorioso potencial en Cristo. Claro, la llamada fe racional que irracionales
tales como Hess y Rothbard representan no tiene ningún respaldo en la historia
del hombre ni ninguna formulación de razón.
LO QUE REPRESENTAN ES UNA FE, Y UNA FE
PARTICULARMENTE CIEGA EN EL HOMBRE.
Una razón cardinal para la
creciente iniquidad del presente siglo es precisamente el relativismo y
anarquismo moral. Un reportero inquisidor de Freemont, California, preguntando
«¿Se deberían legalizar en California los abortos sin restricción?» recibió,
entre otras, esta respuesta de A. W. S., vendedor jubilado:
Sí. Una mujer debe poder tener
uno si eso es lo que quiere. Depende de la persona. De cierto modo, es quitar
una vida humana. Pero si es una necesidad médica, independientemente de los
deseos de la persona, se debe hacer.
Examinemos esta declaración. Primero, se reconoce que el aborto
«es quitar una vida humana»; o sea, es asesinato.
Pero, segundo, se afirma
más que una mujer tiene este poder sobre su feto: «Depende del individuo». Lo
que le pertenece a ella, también le pertenece para deshacerse de él o
asesinarlo. Por lógica, esta posición, que sostiene la libertad anárquica del
individuo, quiere decir también que un feto, como vida subordinada, no tiene
tal libertad.
¿Significa esto que una madre, como
persona superior, puede deshacerse mediante el homicidio de un hijo que no
quiere, o una pareja librarse mediante el asesinato de sus padres ancianos?
Esta es la posición implícita, porque, tercero,
el deseo de la mujer para retener el feto puede ser sobreseído: «Pero si
es una necesidad médica, independientemente de los deseos de la persona, se
debe hacer».
En otras palabras, personas más
poderosas y conocedores en la sociedad anarquista pueden decretar muerte en
términos de una sabiduría científica superior. En un mundo anarquista, donde el
hombre es su única ley, las consecuencias del anarquismo son violencia para el
débil de parte del fuerte, y destrucción de la inteligencia por la fuerza
bruta.
Cuando el que sigue la ideología
humanista lidia con el mal, recurre a la evasión para eliminar la culpa del
hombre. Steve Allen ha observado: «No estoy completamente convencido, pero
pienso que casi no hay mala intención en
el mundo». Esta distinción entre intención
y hecho, ahora tan
básica para la ley humanista, se remonta a la filosofía griega, y a
Aristóteles. Es irónico que los humanista os modernos, que despotrican contra
el dualismo, deben recurrir a él tan fuertemente.
En términos de esta distinción,
un asesino puede escapar de la pena de muerte. Las cortes ahora están listas
para considerar la pena de muerte como un castigo posiblemente cruel y desusado
y por consiguiente ilegal. Uno de los casos de California que se incluye es el
de un hombre culpable de tres asesinatos en mucho menos que una década. En esta
clase de consideración por el asesino, se pierden y niegan los derechos de la
víctima.
EN LA LEY BÍBLICA, EL ACTO ES LA
INTENCIÓN.
Un asesinato incluye una
intención asesina. Claro, si el mango de un hacha se rompe accidentalmente y de
repente sale volando y mata a alguien, es un accidente y la intención y el acto
en este caso no son asesinato, así que el castigo no es por asesinato.
Debido a que la historia ponen
tan de manifiesto el mal, es solo recurriendo a esta distinción dualista entre
la intención (espíritu) y el acto (materia) que la ideología humanista puede
afirmar que hay una bondad natural (o por lo menos una naturaleza neutral) en
el hombre.
¿Como explica la ideología
humanista el intento a todas luces perverso de hombres que flagrantemente
rompieron la ley durante la huelga de policía de Boston? O, ¿cómo explican la
violencia de 1969 en Pakistán que se cita en este reportaje:
Dacca, Pakistán Oriental (UPI).
El conflicto político en el este de Pakistán ha hecho que florezcan numerosos
«tribunales del pueblo» en el interior que están dictando en forma sumaria
sentencias de muerte por garrote o cuchillo, reportaron el martes fuentes del
gobierno y viajeros.
«La locura barría las regiones
rurales», dijo un viajero al llegar acá. Dijo que ha pasado la semana pasada en
aldeas y pueblos al norte de Dacca.
«Nadie está seguro», dijo, «los
criados se pueden volver contra sus amos».
Dijo que los tribunales del
pueblo no tienen jurados y siempre dictan la sentencia de muerte, que la
aplican de inmediato campesinos que esgrimen garrotes o cuchillos.
Hay que notar que el mal
flagrante de los nazis se omite aquí, y el mal más flagrante de los comunistas
soviéticos. ¿Cómo se explican estas cosas? El título del reportaje sobre
Pakistán revela la respuesta: «“Locura” barre Pakistán». De modo similar, una revisión
del libro del reinado del terror de Stalin se titula «Eficiencia loca para el exterminio».
Esta es la respuesta: No es que el hombre sea un pecador sino que las condiciones
sociales han incitado al hombre a esta acción refleja que es en el peor de los
casos locura, y en el mejor de los casos heroísmo revolucionario. Tal
razonamiento descansa en una fe ciega en el hombre que es inmune a los hechos.
Todavía más, debido a que el
pensamiento humanista o no puede explicar el mal excepto como locura temporal
(y su respuesta, según Rubinoff, es dar expresión a esta locura a fin de
exorcizarla), la ideología humanista no puede lidiar sinceramente con el mal o
la coacción. Mira el mal en el hombre como hecho básico respecto a la naturaleza
caída del hombre, y después niega la legitimidad de la coacción. Los dos hechos
van relacionados. Si el hombre, como en la ideología humanista, es su propio
dios, ¿cómo se puede coaccionar a ese dios? La coacción se convierte entonces
en el gran mal para una ideología humanista lógica.
¿Es alguna vez legítima la
coacción? La Biblia, claramente, tienen leyes contra la coacción de algunas
formas, tal como el asesinato, el secuestro y cosas similares.
En Levítico 24: 17-22 se declara:
Asimismo el hombre que hiere de
muerte a cualquiera persona, que sufra la muerte. El que hiere a algún animal
ha de restituirlo, animal por animal. Y el que causare lesión en su prójimo,
según hizo, así le sea hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por
diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él. El que hiere
algún animal ha de restituirlo; más el que hiere de muerte a un hombre, que
muera. Un mismo estatuto tendréis para el extranjero, como para el natural;
porque yo soy Jehová vuestro Dios.
Las leyes que se indican aquí también
aparecen en Éxodo 21: 12, 24, 25, 33, 34.
ES EL PRINCIPIO DE RESTITUCIÓN Y PENA
DE MUERTE.
La
coacción ilegal enfrenta
una pena severa en la ley bíblica. Al asesino, como culpable de la forma más
extrema de coacción física, sin
excepción se le debe matar. Pero, hay que notar, la coacción contra los
malhechores es obligación exigida e ineludible de la autoridad civil.
Dios exige coacción en la
supresión de la iniquidad. Sin coacción santa, el mundo se rinde a las manos de
una coacción impía. Nadie quiere que se dirija una manguera de agua contra su
sala, pero, en caso de incendio, esa agua es una necesidad y una ayuda
bienvenida. De modo similar, la coacción es una necesidad ordenada por Dios
para capacitar al hombre para hacerle frente a los brotes de iniquidad.
La perspectiva humanista es
esquizofrénica. Debido a su dualismo básico, niega la responsabilidad; se
divorcian la intención y el acto. Las obras de maldad, entonces, se vuelven, no
una expresión del corazón pecador del hombre, sino una forma de extraña locura.
El hombre mismo, dicen, es básicamente bueno, o, en el peor de los casos, según
Rubinoff, neutral, parte ángel y parte diablo. En lugar de restricción, la ideología
humanista exige autoexpresión. Esto, por supuesto, es la muerte de la ley y
orden y el surgimiento de la anarquía y la coacción masivas. A nombre de abolir
la coacción, la ideología humanista asegura su triunfo en forma de violencia
sin ley.