INTRODUCCIÓN
No es sorpresa que un legislador,
Salomón, haya hablado del febril deseo de violencia de los perversos. No pueden
dormir, observó, a menos que hagan el mal; es su vida y gozo hacer el mal. «No
duermen ellos si no han hecho mal, Y pierden el sueño si no han hecho caer a
alguno» (Pr 4: 16). Su alimento, la comida que es la vida de su ser, Salomón
describió como «pan de maldad, y vino de robos» (Pr 4: 17). Salomón, como
legislador y maestro, pensó que era importante el reconocimiento de este hecho.
Para algunos, el «mal» no es sino
rectitud errada. Los impulsos básicamente sanos de la humanidad sana pueden ser
dirigidos erróneamente a la destrucción y a canales socialmente estériles;
según este punto de vista, el hombre no necesita castigo sino reorientación. La
premisa de Salomón era la depravación del hombre; los perversos disfrutan de su
maldad; es su vida y su forma de vida. Wertham dio un enunciado que empieza con
premisas falsas: «Si no empezamos con premisas correctas, dejamos la puerta
abierta a las falsas». Su postulado básico es el medioambientalismo, aunque
trata incoherentemente, de retener la responsabilidad.
Wertham da un número interesantes
de ejemplos de violencia, como por ejemplo el siguiente:
Recientemente, dos mujeres de
edad mediana en Brooklyn una noche de verano caminaban por una calle
transversal hacia una de las avenidas principales, después de visitar a una
amiga. Se proponían tomar un taxi para regresar a sus hogares. A menos de 100 m
de la avenida apareció un grupo de muchachos que llenaban la vereda.
Las mujeres se hicieron a un lado
para dejarlos pasar. El último muchacho agarró el brazo derecho de una de las mujeres,
para quitarle la cartera, luego la derribó a la vereda y saltó sobre ella varias
veces. Cuando la llevaron al hospital, se halló que tenía un hombro roto, roto
el codo, un brazo roto, y una múltiple fractura en su fémur, para el cual fue
necesaria una complicada operación. Necesitó tres enfermeras a todo momento.
Cuando se recupere, tendrá que
llevar una prótesis de la cadera hasta el tobillo y quedará lisiada
permanentemente, con una pierna más corta que la otra. En mi contacto
profesional con este caso, aprendí el terrible dolor y aturdimiento que se
causó; y los costos agotaron todos los ahorros de la familia. No hubo
connotación sexual en este ataque. Puesto que el muchacho ya tenía la cartera,
no ganaba nada con pisotear a la mujer de manera tan inmisericorde.
Hace veinticinco años esto
hubiera sido un caso excepcional y hubiera producido sensación. Ahora ni
siquiera levantó olas y los noticieros ni siquiera lo reportaron. Sucede
demasiado a menudo. A los muchachos nunca los detuvieron; y si los hubieran
detenido, las autoridades no hubieran sabido qué hacer con ellos. Esta es la
violencia de hoy en pleno arraigo. He conocido un número de casos similares.
Como regla no se reportan y mucho
menos se resuelven. Los que usan la explicación de moda de que la violencia se
debe a madres dominantes o inadecuadas, a instintos agresivos embotellados o rebelión
contra el entrenamiento demasiado temprano para defecar en el baño, no saben lo
que pasa en las grandes ciudades estadounidenses. Tratan de reducir los
horribles hechos sociales a nivel de hechos psicológicos individuales que
intrigan. De esta manera llegan a ser parte de la misma decadencia en que
florece la violencia del día presente.
Para citar otro ejemplo más de
Wertham:
Un muchacho de trece años volvía
de clases a su casa en un área suburbana.
A poca distancia de su casa, un
coche se acercó rugiendo, se detuvo y varios muchachos se apearon. Lo atacaron
y lo golpearon sin misericordia. Luego volvieron a subirse al coche y se
alejaron a toda marcha. Llevaron a la víctima al hospital con varias
laceraciones faciales y con una concusión en el cerebro.
El muchacho no conocía a sus
atacantes ni los había visto antes.
ÉSTOS NO SON CASOS EXTREMOS, Y SON DE
LOS QUE SE PUEDEN IMPRIMIR.
Algunas de las instancias más
depravadas de violencia perversa incluyen ataques sexuales. En casos conocidos
de este escritor, no se puede ofrecer ninguna excusa de un medio ambiente
represivo; los culpables procedían de trasfondos cariñosos, bien avenidos, y
tolerantes, donde no prevalecía ninguna inhibición religiosa respecto al sexo.
En lugar de ser personalidades libres, amorosas, estas personas manifestaban imaginaciones
aturdidoras en su perversidad y depravación.
No solo que tenemos esta
violencia desorganizada, espontánea, sino a veces hemos tenido también
violencia planeada en forma de motines, saqueos, demostraciones y guerra contra
la policía crecientemente en evidencia.
COMO HEMOS VISTO, LA ESENCIA DE ESTA
VIOLENCIA OBSCENA ES SU FALSA OMNIPOTENCIA.
Puesto que el hombre no puede
convertirse en el Dios Creador, procura ser un dios-diablo. El Satanás de
Milton declaraba:
Reinar es digno de ambición,
aunque sea en el infierno; vale más reinar en el infierno que servir en el
cielo. (El paraíso perdido, I,
262-263; traducción Dionisio San Juan, Editorial Ramón Sopena S.A., Barcelona,
1965, p. 10).
Para reinar como dios-diablo, el
hombre siempre debe negar y librar guerra contra el Dios de las Escrituras. La
Unión Soviética declaró en 1923: «Hemos declarado guerra contra los ciudadanos
del cielo», y, de nuevo, en 1924: «El Partido no puede tolerar la interferencia
de parte de Dios en momentos críticos». Para abolir a Dios y demostrar la
evolución, los científicos soviéticos en efecto enviaron una expedición a
África en la década de 1920 para producir una nueva raza tratando de fertilizar
artificialmente a los simios con semen humano.
Se abolieron el bien y el mal
como valores objetivos. Krylenko, fiscal del estado, «instó a los jueces a
recordar que en el estado soviético sus decisiones no se deben basar en sí el
prisionero es inocente o culpable, sino en las normas de procedimientos
prevalecientes del gobierno y la seguridad del estado». Esta opinión también se
incluyó en el libro de Krylenko, Court
and Justice [Corte y justicia].
Cuando los hombres tratan de suplantar a Dios, suplantan la justicia de
Dios con su perversidad y violencia.
Cuando los hombres empiezan a
liberarse del orden-ley de Dios, y a manifestar su violencia, aparecen ciertos
desarrollos.
Primero, los hombres violentos, debido a
que su violencia es un acto religioso, una manifestación de falsa omnipotencia,
tratan de despertar temor reverencial mediante el espanto. Mediante actos nuevos
y frescos de violencia, provocan nuevas reacciones de espanto.
La violencia alimenta su propio
pavor. El patán degenerado que se dedica a actos de violencia sin provocación
se deleita en la respuesta espantada de su víctima, y de los que oyen o leen de
sus actos. La disposición a confesar que a veces tienen tales personas, sea a
las autoridades, a los clérigos, a los amigos o incluso a extraños se debe a este
placer religioso en el espanto de la violencia. Alimenta su lujuria de poder.
Segundo, esta necesidad de un espanto
fresco quiere decir un continuo aumento en la intensidad y perversidad
de la violencia. La violencia lleva a mayor violencia. Nada es más
absurdo que la idea de algunos de que los actos violentos purgan al degenerado
de su lujuria por la violencia; no hay «catarsis», sino más bien solo una mayor
adicción. La violencia no se cura a sí misma. Esperar que la violencia
desaparezca o se disipe por sí misma es como esperar que el sol se enfríe.
LA VIOLENCIA NO ABDICA; SI NO SE LE
DESTRUYE, ELLA DESTRUYE.
Tercero, los de ideología liberal y
socialista piensan que la respuesta a la violencia es un cambio de medio
ambiente, por legislación, acción estatista o planificación social. Algunos
aducen que el amor es la cura
para el violento. Los pietistas cristianos piensan que la conversión es la respuesta; al
violento hay que alcanzarlo con la oferta del evangelio y que nazca de nuevo.
Algunos hombres tal vez necesiten
amor; por cuestionable que esta idea pudiera ser, concedámosla por el momento.
Todos los hombres necesitan regeneración, pero de nuevo, la evangelización no
es la respuesta a todos los problemas, aunque siempre debe estar en operación.
La restricción impuesta por la ley y su castigo siempre debe estar en todo
momento operando para que exista una sociedad en la cual el amor y la
evangelización puedan funcionar.
Los violentos necesitan
conversión, o ejecución si continúan en la violencia al punto de incurrir en la
pena de muerte. Por otro lado, si no existen suficientes hombres regenerados en
una sociedad, ningún orden-ley se puede mantener con éxito. Por tanto, una
sociedad saludable necesita un orden-ley en operación y una evangelización
operativa a fin de mantener su salud. El orden-ley puede mantener en cintura al
resto de los hombres violentos si en todo momento se les estimula mediante la
imposición estricta y el crecimiento progresivo de hombres desde el punto de
vista del ministerio de la gracia. En breve, el amor, la conversión, y el
orden-ley nunca pueden ser sustitutos el uno del otro; cada uno tiene su lugar
y función en el orden social.
Cuarto, no es sorpresa que tengamos una
generación violenta, puesto que todo se ha hecho en desplante del orden-ley de
Dios; la educación se ha convertido en estatista; la disciplina ha dado paso a
la permisividad; la iglesia ha remplazado la doctrina de la regeneración por la
rebelión social, y, en lugar de ejecutar a los delincuentes incorregibles
conforme a la ley de Dios, la sociedad en su mayor parte hoy subsidia a esos
incorregibles. Así se ha dado alas a una generación violenta, y está en aumento.
No en balde, en 1969 la
incidencia de narcóticos e iniquidad era mayor a nivel de secundaria que de
universidad. Mientras menor el niño, más inicuo su potencial y su perspectiva
mental. El mismo hecho de que la violencia está siendo promovida más
intensamente en los más jóvenes servirá para incrementar el aumento en la prevalencia de la violencia así como también su intensidad y perversidad.
Quinto, aunque la década de 1960 vio más
palabras en cuanto al amor que cualquier era previa, ninguna edad vio menos
amor y más odio. El amor romántico, para bien o para mal, por mucho tiempo tema
principal de la música popular, dio lugar a otros temas. Winick escribió de «la
virtual desaparición del amor romántico idealizado como principio director» en
los cantos populares. En donde aparece la palabra «amor», como en el canto
«Amor imprudente», se refiere a otras cosas, como el embarazo antes del
matrimonio.
Uno de los discos fonográficos
más exitosos que se han publicados es «Hound dog» [«Sabueso»], una apología de
hostilidad y representativo temprano del rock-and-rol con progresiones
tradicionales de acordes. El Marqués de Sade se habría entusiasmado por
«botas», otro favorito más reciente. Nancy Sinatra se asegura de una explosión
atronadora de aplausos cuando hace retumbar sus tacones en el escenario
mientras triunfalmente exalta que sus botas «caminarán sobre ti».
Una generación que se entusiasma
con este canto de violencia también entusiasmaría al Marqués de Sade. Como
resultado, sus obras, por largo tiempo prohibidas en todo país, ahora se están
publicando y promoviendo con grandes elogios.
El Marqués de Sade es el hombre
de hoy. Se ha criado a una generación para que crea, sin que importe lo mucho
que se engaña a sí misma con charlas de hermandad, que la violencia es la
realización del hombre, y mientras más perversa la violencia, más realización
provee. Los remedios humanista os para la violencia son tan efectivos como la
gasolina para apagar un incendio.
Sexto, una sociedad que fomenta la
violencia y la promueve se caracteriza también por un fenómeno conocido como
perder los estribos. Se describe como «una condición maníaca y homicida seguida
de un estado de depresión». Cuando las personas de estas culturas se ven frente
a un nuevo medio ambiente, o problemas que los abruman, su reacción es de
violencia total. La aflicción, confusión, depresión mental, enfurruñamiento por
las circunstancias, puede precipitar la condición.
El hombre se empuja a sí mismo a
un trance y luego se precipita a hacer violencia. Este es a menudo el caso del
hombre que pierde los estribos y ataca a sus superiores porque no puede
vérselas con ellos y desea que lo insulten.
Una generación criada
permisivamente, dada a rabietas y a la violencia, y dedicada también a creer en
su propia justicia, es una generación virtualmente comprometida por su
naturaleza y crianza a perder los estribos. Así lo hará, a menos que se la
humille, en total convencimiento de su propia justicia y la necesidad moral de
su violencia. Tal generación tiene una dedicación necesaria a la violencia. Amalec,
pues, sí que está con nosotros. Hay que lidiar con él.
LA EDUCACIÓN QUE PRODUCE AMALECITAS SE
DEBE REEMPLAZAR POR EDUCACIÓN CRISTIANA.
Las iglesias que son
congregaciones de Amalec hay que reemplazarlas con iglesias cristianas que
creen, enseñan y aplican toda la palabra de Dios. El estado debe convertirse en
cristiano y aplicar la ley bíblica a todo aspecto de la vida, y debe imponer la
plena medida de la ley de Dios. La familia permisiva debe dar lugar a la
familia cristiana. Solo así se puede destruir a Amalec.
En 1948 George Orwell vio el
futuro como de horror, «una bota pisoteando una cara humana… para siempre». En
menos de veinte años Nancy Sinatra estaba haciendo tronar sus tacones en el
escenario y cantando que sus botas «caminarán sobre ti», y la juventud de más
de un país vio su visión como de deleite. El horror de Orwell se había
convertido en esperanza popular. Amalec había renacido.