18. AMALEC Y LA VIOLENCIA

INTRODUCCIÓN

No es sorpresa que un legislador, Salomón, haya hablado del febril deseo de violencia de los perversos. No pueden dormir, observó, a menos que hagan el mal; es su vida y gozo hacer el mal. «No duermen ellos si no han hecho mal, Y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno» (Pr 4: 16). Su alimento, la comida que es la vida de su ser, Salomón describió como «pan de maldad, y vino de robos» (Pr 4: 17). Salomón, como legislador y maestro, pensó que era importante el reconocimiento de este hecho.
Para algunos, el «mal» no es sino rectitud errada. Los impulsos básicamente sanos de la humanidad sana pueden ser dirigidos erróneamente a la destrucción y a canales socialmente estériles; según este punto de vista, el hombre no necesita castigo sino reorientación. La premisa de Salomón era la depravación del hombre; los perversos disfrutan de su maldad; es su vida y su forma de vida. Wertham dio un enunciado que empieza con premisas falsas: «Si no empezamos con premisas correctas, dejamos la puerta abierta a las falsas». Su postulado básico es el medioambientalismo, aunque trata incoherentemente, de retener la responsabilidad.
Wertham da un número interesantes de ejemplos de violencia, como por ejemplo el siguiente:
Recientemente, dos mujeres de edad mediana en Brooklyn una noche de verano caminaban por una calle transversal hacia una de las avenidas principales, después de visitar a una amiga. Se proponían tomar un taxi para regresar a sus hogares. A menos de 100 m de la avenida apareció un grupo de muchachos que llenaban la vereda.
Las mujeres se hicieron a un lado para dejarlos pasar. El último muchacho agarró el brazo derecho de una de las mujeres, para quitarle la cartera, luego la derribó a la vereda y saltó sobre ella varias veces. Cuando la llevaron al hospital, se halló que tenía un hombro roto, roto el codo, un brazo roto, y una múltiple fractura en su fémur, para el cual fue necesaria una complicada operación. Necesitó tres enfermeras a todo momento.
Cuando se recupere, tendrá que llevar una prótesis de la cadera hasta el tobillo y quedará lisiada permanentemente, con una pierna más corta que la otra. En mi contacto profesional con este caso, aprendí el terrible dolor y aturdimiento que se causó; y los costos agotaron todos los ahorros de la familia. No hubo connotación sexual en este ataque. Puesto que el muchacho ya tenía la cartera, no ganaba nada con pisotear a la mujer de manera tan inmisericorde.
Hace veinticinco años esto hubiera sido un caso excepcional y hubiera producido sensación. Ahora ni siquiera levantó olas y los noticieros ni siquiera lo reportaron. Sucede demasiado a menudo. A los muchachos nunca los detuvieron; y si los hubieran detenido, las autoridades no hubieran sabido qué hacer con ellos. Esta es la violencia de hoy en pleno arraigo. He conocido un número de casos similares.
Como regla no se reportan y mucho menos se resuelven. Los que usan la explicación de moda de que la violencia se debe a madres dominantes o inadecuadas, a instintos agresivos embotellados o rebelión contra el entrenamiento demasiado temprano para defecar en el baño, no saben lo que pasa en las grandes ciudades estadounidenses. Tratan de reducir los horribles hechos sociales a nivel de hechos psicológicos individuales que intrigan. De esta manera llegan a ser parte de la misma decadencia en que florece la violencia del día presente.
Para citar otro ejemplo más de Wertham:
Un muchacho de trece años volvía de clases a su casa en un área suburbana.
A poca distancia de su casa, un coche se acercó rugiendo, se detuvo y varios muchachos se apearon. Lo atacaron y lo golpearon sin misericordia. Luego volvieron a subirse al coche y se alejaron a toda marcha. Llevaron a la víctima al hospital con varias laceraciones faciales y con una concusión en el cerebro.
El muchacho no conocía a sus atacantes ni los había visto antes.

ÉSTOS NO SON CASOS EXTREMOS, Y SON DE LOS QUE SE PUEDEN IMPRIMIR.

Algunas de las instancias más depravadas de violencia perversa incluyen ataques sexuales. En casos conocidos de este escritor, no se puede ofrecer ninguna excusa de un medio ambiente represivo; los culpables procedían de trasfondos cariñosos, bien avenidos, y tolerantes, donde no prevalecía ninguna inhibición religiosa respecto al sexo. En lugar de ser personalidades libres, amorosas, estas personas manifestaban imaginaciones aturdidoras en su perversidad y depravación.
No solo que tenemos esta violencia desorganizada, espontánea, sino a veces hemos tenido también violencia planeada en forma de motines, saqueos, demostraciones y guerra contra la policía crecientemente en evidencia.

COMO HEMOS VISTO, LA ESENCIA DE ESTA VIOLENCIA OBSCENA ES SU FALSA OMNIPOTENCIA.

Puesto que el hombre no puede convertirse en el Dios Creador, procura ser un dios-diablo. El Satanás de Milton declaraba:
Reinar es digno de ambición, aunque sea en el infierno; vale más reinar en el infierno que servir en el cielo. (El paraíso perdido, I, 262-263; traducción Dionisio San Juan, Editorial Ramón Sopena S.A., Barcelona, 1965, p. 10).
Para reinar como dios-diablo, el hombre siempre debe negar y librar guerra contra el Dios de las Escrituras. La Unión Soviética declaró en 1923: «Hemos declarado guerra contra los ciudadanos del cielo», y, de nuevo, en 1924: «El Partido no puede tolerar la interferencia de parte de Dios en momentos críticos». Para abolir a Dios y demostrar la evolución, los científicos soviéticos en efecto enviaron una expedición a África en la década de 1920 para producir una nueva raza tratando de fertilizar artificialmente a los simios con semen humano.
Se abolieron el bien y el mal como valores objetivos. Krylenko, fiscal del estado, «instó a los jueces a recordar que en el estado soviético sus decisiones no se deben basar en sí el prisionero es inocente o culpable, sino en las normas de procedimientos prevalecientes del gobierno y la seguridad del estado». Esta opinión también se incluyó en el libro de Krylenko, Court and Justice [Corte y justicia]. Cuando los hombres tratan de suplantar a Dios, suplantan la justicia de Dios con su perversidad y violencia.
Cuando los hombres empiezan a liberarse del orden-ley de Dios, y a manifestar su violencia, aparecen ciertos desarrollos.
Primero, los hombres violentos, debido a que su violencia es un acto religioso, una manifestación de falsa omnipotencia, tratan de despertar temor reverencial mediante el espanto. Mediante actos nuevos y frescos de violencia, provocan nuevas reacciones de espanto.
La violencia alimenta su propio pavor. El patán degenerado que se dedica a actos de violencia sin provocación se deleita en la respuesta espantada de su víctima, y de los que oyen o leen de sus actos. La disposición a confesar que a veces tienen tales personas, sea a las autoridades, a los clérigos, a los amigos o incluso a extraños se debe a este placer religioso en el espanto de la violencia. Alimenta su lujuria de poder.
Segundo, esta necesidad de un espanto fresco quiere decir un continuo aumento en la intensidad y perversidad de la violencia. La violencia lleva a mayor violencia. Nada es más absurdo que la idea de algunos de que los actos violentos purgan al degenerado de su lujuria por la violencia; no hay «catarsis», sino más bien solo una mayor adicción. La violencia no se cura a sí misma. Esperar que la violencia desaparezca o se disipe por sí misma es como esperar que el sol se enfríe.

LA VIOLENCIA NO ABDICA; SI NO SE LE DESTRUYE, ELLA DESTRUYE.

Tercero, los de ideología liberal y socialista piensan que la respuesta a la violencia es un cambio de medio ambiente, por legislación, acción estatista o planificación social. Algunos aducen que el amor es la cura para el violento. Los pietistas cristianos piensan que la conversión es la respuesta; al violento hay que alcanzarlo con la oferta del evangelio y que nazca de nuevo.
Algunos hombres tal vez necesiten amor; por cuestionable que esta idea pudiera ser, concedámosla por el momento. Todos los hombres necesitan regeneración, pero de nuevo, la evangelización no es la respuesta a todos los problemas, aunque siempre debe estar en operación. La restricción impuesta por la ley y su castigo siempre debe estar en todo momento operando para que exista una sociedad en la cual el amor y la evangelización puedan funcionar.
Los violentos necesitan conversión, o ejecución si continúan en la violencia al punto de incurrir en la pena de muerte. Por otro lado, si no existen suficientes hombres regenerados en una sociedad, ningún orden-ley se puede mantener con éxito. Por tanto, una sociedad saludable necesita un orden-ley en operación y una evangelización operativa a fin de mantener su salud. El orden-ley puede mantener en cintura al resto de los hombres violentos si en todo momento se les estimula mediante la imposición estricta y el crecimiento progresivo de hombres desde el punto de vista del ministerio de la gracia. En breve, el amor, la conversión, y el orden-ley nunca pueden ser sustitutos el uno del otro; cada uno tiene su lugar y función en el orden social.
Cuarto, no es sorpresa que tengamos una generación violenta, puesto que todo se ha hecho en desplante del orden-ley de Dios; la educación se ha convertido en estatista; la disciplina ha dado paso a la permisividad; la iglesia ha remplazado la doctrina de la regeneración por la rebelión social, y, en lugar de ejecutar a los delincuentes incorregibles conforme a la ley de Dios, la sociedad en su mayor parte hoy subsidia a esos incorregibles. Así se ha dado alas a una generación violenta, y está en aumento.
No en balde, en 1969 la incidencia de narcóticos e iniquidad era mayor a nivel de secundaria que de universidad. Mientras menor el niño, más inicuo su potencial y su perspectiva mental. El mismo hecho de que la violencia está siendo promovida más intensamente en los más jóvenes servirá para incrementar el aumento en la prevalencia de la violencia así como también su intensidad y perversidad.
Quinto, aunque la década de 1960 vio más palabras en cuanto al amor que cualquier era previa, ninguna edad vio menos amor y más odio. El amor romántico, para bien o para mal, por mucho tiempo tema principal de la música popular, dio lugar a otros temas. Winick escribió de «la virtual desaparición del amor romántico idealizado como principio director» en los cantos populares. En donde aparece la palabra «amor», como en el canto «Amor imprudente», se refiere a otras cosas, como el embarazo antes del matrimonio.
Uno de los discos fonográficos más exitosos que se han publicados es «Hound dog» [«Sabueso»], una apología de hostilidad y representativo temprano del rock-and-rol con progresiones tradicionales de acordes. El Marqués de Sade se habría entusiasmado por «botas», otro favorito más reciente. Nancy Sinatra se asegura de una explosión atronadora de aplausos cuando hace retumbar sus tacones en el escenario mientras triunfalmente exalta que sus botas «caminarán sobre ti».
Una generación que se entusiasma con este canto de violencia también entusiasmaría al Marqués de Sade. Como resultado, sus obras, por largo tiempo prohibidas en todo país, ahora se están publicando y promoviendo con grandes elogios.
El Marqués de Sade es el hombre de hoy. Se ha criado a una generación para que crea, sin que importe lo mucho que se engaña a sí misma con charlas de hermandad, que la violencia es la realización del hombre, y mientras más perversa la violencia, más realización provee. Los remedios humanista os para la violencia son tan efectivos como la gasolina para apagar un incendio.
Sexto, una sociedad que fomenta la violencia y la promueve se caracteriza también por un fenómeno conocido como perder los estribos. Se describe como «una condición maníaca y homicida seguida de un estado de depresión». Cuando las personas de estas culturas se ven frente a un nuevo medio ambiente, o problemas que los abruman, su reacción es de violencia total. La aflicción, confusión, depresión mental, enfurruñamiento por las circunstancias, puede precipitar la condición.
El hombre se empuja a sí mismo a un trance y luego se precipita a hacer violencia. Este es a menudo el caso del hombre que pierde los estribos y ataca a sus superiores porque no puede vérselas con ellos y desea que lo insulten.
Una generación criada permisivamente, dada a rabietas y a la violencia, y dedicada también a creer en su propia justicia, es una generación virtualmente comprometida por su naturaleza y crianza a perder los estribos. Así lo hará, a menos que se la humille, en total convencimiento de su propia justicia y la necesidad moral de su violencia. Tal generación tiene una dedicación necesaria a la violencia. Amalec, pues, sí que está con nosotros. Hay que lidiar con él.

LA EDUCACIÓN QUE PRODUCE AMALECITAS SE DEBE REEMPLAZAR POR EDUCACIÓN CRISTIANA.

Las iglesias que son congregaciones de Amalec hay que reemplazarlas con iglesias cristianas que creen, enseñan y aplican toda la palabra de Dios. El estado debe convertirse en cristiano y aplicar la ley bíblica a todo aspecto de la vida, y debe imponer la plena medida de la ley de Dios. La familia permisiva debe dar lugar a la familia cristiana. Solo así se puede destruir a Amalec.

En 1948 George Orwell vio el futuro como de horror, «una bota pisoteando una cara humana… para siempre». En menos de veinte años Nancy Sinatra estaba haciendo tronar sus tacones en el escenario y cantando que sus botas «caminarán sobre ti», y la juventud de más de un país vio su visión como de deleite. El horror de Orwell se había convertido en esperanza popular. Amalec había renacido.