17. AMALEC

INTRODUCCIÓN

Por siglos, Siria fue casi ignorada por muchos historiadores, quienes descartaban la narración bíblica y cuestionaban si un imperio tan grande alguna vez había existido. El mismo descuido ha prevalecido por incluso más tiempo con respecto a Amalec, en tiempos muy antiguos «cabeza de naciones» (Nm 24: 20). Incluso eruditos bíblicos entienden mal sus orígenes, derivándolo del nieto de Esaú, Amalec (Gn 36: 12, 16). Pero mucho antes de que naciera este Amalec, ya existía la nación de Amalec (Gn 14: 7).
Velikovsky identifica a Amalec con los hicsos, con alguna evidencia interesante.

ESTA IDENTIFICACIÓN POR CIERTO SE AJUSTA A LA NARRACIÓN DE ÉXODO 17: 8-16.

La importancia de Amalec para la ley bíblica tiene referencia a un castigo pronunciado por Dios contra ella, puesto que al pueblo del pacto de Dios se le encargó de la ejecución de ese castigo. Puesto que un decreto de castigo es un aspecto de la ley, se debe tomar en cuenta en cualquier consideración de la ley, sobre todo cuando se incluye en el código legal.
Después de que Israel salió de Egipto, Amalec se reunió y los atacó (Éx 17: 8-16). Dos pasajes describen el encuentro en términos de la sentencia de Dios:
Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi; y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación (Éx 17: 14-16).
Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios. Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides (Dt 25:17-19).

ESTE PASAJE INDICA VARIAS COSAS.

Primero, en cierto sentido Amalec estaba en guerra contra Dios. El salmista más adelante citó a Amalec como una de las naciones conspiradoras: «Porque se confabulan de corazón a una, contra ti han hecho alianza» (Sal 83:5, 7). Samuel le declaró a Saúl: «Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos» (1ª S 15:2-3). En 1ª Samuel 28: 18 se hace referencia al «ardor de su ira contra Amalec». Como los versículos señalados dejan en claro,
Segundo, Dios también estaba en guerra contra Amalec.
Tercero, Amalec había atacado y tratado muy salvajemente a Israel.
Cuarto, se le exigió a Israel que librara una guerra a muerte contra Amalec. Esta guerra,
Quinto, debía continuar de generación en generación, y se debía borrar el recuerdo de Amalec.
Para examinar estos puntos con más cuidado,
primero, ¿cuál fue la ofensa de Amalec contra Dios? El hebreo de Éxodo 17:16 se puede leer «Por cuanto la mano de Amalec está contra el trono del cielo, el Señor tendrá guerra». Por cierto que la enemistad de Dios contra Amalec indica que en algún sentido la mano de Amalec se había levantado contra Dios; de aquí que los brazos de Moisés tenían que levantarse a Dios para indicar la dependencia de Israel en Dios.
La seriedad de la ofensa de Amalec se refleja en el Talmud. R. José enseñaba:
«A Israel se le dieron tres mandamientos cuando entró en la tierra:
(1) nombrar un rey,
(2) eliminar la simiente de Amalec y,
(3) edificar para sí mismos la casa escogida.
(O sea, el templo) y no sé cuál de ellos tenía prioridad». El Talmud mostraba la consciencia del horror humanista o respecto al castigo de Amalec, y le adscribió este horror a Saúl en una de sus leyendas:
Cuando el Santo, bendito sea, le dijo a Saúl: Ahora ve y destruye a Amalec, dijo: Si por cuenta de una persona la Tora decía: Realiza la ceremonia del becerro rojo cuyo pescuezo debes quebrar, cuanto mucho más (se debe dar consideración) ¡a todas esas personas! Y si los seres humanos pecaron, ¿qué había cometido el ganado; y si los adultos habían pecado, que habían hecho los pequeños? Una voz divina salió y dijo: No seas demasiado santo.
Rawlinson destacó, con referencia a Éxodo 17: 16: «Amalec, al atacar a Israel, había levantado su mano contra el trono de Dios, y por consiguiente Dios haría la guerra contra él de generación en generación».
Una vieja tradición especifica la naturaleza de la guerra de Amalec contra Dios e Israel:
El folclor midrásico revela cómo los amalecitas se hicieron particularmente aborrecibles al cortarles «el miembro circuncidado a los israelitas» (tanto prisioneros como cadáveres), y arrojarlos al aire gritando maldiciones obscenas a Yahvé: «¡Esto es lo que quieres, pues ahí los tienes!».
Esta tradición se deduce de Deuteronomio 25: 18: «y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti», que alude al hostigamiento de Amalec contra los hebreos en Refidim durante el éxodo.
La forma verbal que la Reina Valera 1960 traduce «te desbarató la retaguardia» la English Standard Versión la traduce «te cortó la cola», y puede significar «te castró ». Puede tener un sentido militar en ambos casos, pero la tradición antigua que cita la castración como acto de Amalec tal vez tenga cierta razón.
Eso explicaría la ira divina y el horror profético contra Amalec; la blasfemia y la perversidad se hallaban en el acto cruel de Amalec. Amalec detestaba a Israel porque sobre todo detestaba a Dios; de aquí su perversidad radical con respecto a Israel. Esta perversidad continuó en el día de Ester, en el intento de Amán de destruir a los judíos (Est 3).
Segundo, Dios estaba en guerra contra Amalec, y esta guerra debía continuar «de generación en generación» (Éx 17: 16). Nótese la distinción: la guerra de Israel contra Amalec debía continuar hasta que Amalec y su «memoria» hubieran desaparecido, y Amalec es hoy un imperio en verdad olvidado, pero la guerra de Dios es «de generación en generación».
No es forzar el texto sino en conformidad con la tipología bíblica reconocer aquí una declaración de la guerra continúa de Dios, de generación en generación, contra los amalecitas de toda edad, raza y nación.
La violencia perversa, y el desprecio a Dios y al hombre, de manera común han marcado al hombre caído. Considere, por ejemplo, el informe de Maurice R. Davies:
«En África, a los prisioneros de guerra a menudo se les tortura, mata o se les deja que se mueran de hambre. Entre los pueblos que hablan tshi, “a los prisioneros de guerra se les trata con barbarie espantosa”. A hombres, mujeres y niños madres con infantes a sus espaldas y niños que apenas pueden andar los desnudan y los atan con cuerdas alrededor del cuello en grupos de diez o quince; y a cada prisionero adicionalmente se les sujeta las manos a un pesado bloque de madera, que deben llevar sobre la cabeza.
Estorbados de esta manera, y tan insuficientemente alimentados que quedan reducidos a esqueletos, se les arrea detrás del ejército victorioso mes tras mes, con sus brutales guardias tratándolos con la mayor crueldad; mientras tanto, si los captores sufren un revés, al instante indiscriminadamente los masacran para evitar la recaptura. Ramsayer y Kuhne mencionan el caso de un prisionero, nativo de Accra, al cual “mantuvieron en un tronco”, es decir, lo sujetaron a un tronco de un árbol caído con una abrazadera de hierro con que le clavaron la muñeca, con comida insuficiente por cuatro meses, y que murió debido a este maltrato.
En otra ocasión vieron entre algunos prisioneros a un pobre niño débil, que, cuando furiosamente se le ordenó que se parara, “dolorosamente se enderezó mostrando el esqueleto hundido en el cual se veía todo hueso”. La mayoría de los prisioneros vistos en esa ocasión eran esqueletos vivos. Un niño estaba tan reducido por el hambre, que el cuello era incapaz de sostener el peso de la cabeza, que, si se sentaba, caía casi hasta sus rodillas.
Otro igualmente enflaquecido, tosía como si fuera su último aliento; mientras que un niño pequeño estaba tan débil por falta de comida que no podía ponerse de pie. Los Ashanti se sorprendieron mucho porque los misioneros mostraran tal emoción por tales espectáculos; y, en cierta ocasión, cuando fueron a darles comida a algunos niños que estaban muriéndose de hambre, los guardias con cólera los hicieron retroceder».
Tanto el ejército regular como los reclutas en Dahomey muestran igual encallecimiento al sufrimiento humano. «A los prisioneros heridos se les niega toda asistencia, y a todos los prisioneros que no están destinados a la esclavitud se les mantiene en una condición al borde de la muerte por inanición que rápidamente los reduce a meros esqueletos.
La quijada inferior es muy apreciada como trofeo  y con frecuencia se la arrancan al enemigo herido o vivo». Las escenas que siguieron al saqueo de una fortaleza en Fiji «son demasiado horribles para describir en detalle». El que no se respetaban ni edad ni sexo era el rasgo menos atroz.
Mutilaciones indescriptibles infringidas a veces en víctimas vivas, obras de crueldad mezcladas con lujuria, hacían preferible la autodestrucción que la captura. Como el fatalismo subyace en el carácter de los melanesios muchos no intentaban huir, sino que inclinaban la cabeza pasivamente al garrote. Si alguien tenía la desdicha de que lo capturaran vivo, su destino era en realidad horroroso.
Llevados de regreso atados al pueblo principal, los entregaban a los muchachos de tropa para que practicaran su ingenio en la tortura, o los aturdían con un garrotazo y los ponían en hornos encendidos; y cuando el calor los hacía que recuperaran la consciencia y el dolor, sus frenéticas luchas hacían que los espectadores se desternillaran de risa.
Por lo general tales asuntos se tratan como evidencia de primitivismo, como supervivencia evolucionista en el hombre antes que como evidencia de su naturaleza caída. El hombre civilizado, no menos que las tribus de África y Melanesia, es dado a la violencia perversa, a la crueldad, y se deleita en la crueldad. El terror comunista supera con mucho el terror tribal en perversidad, violencia y alcance.

LA EVIDENCIA AQUÍ ES DEMASIADO EXTENSA.

El uso del terror es un hecho de la rutina política en el mundo moderno de la ideología humanista. Ostensiblemente se mata a los hombres para salvar al hombre y la sociedad, y el amor universal de la humanidad se proclama con odio total. El hombre ejerce violencia perversa como medio de imponer omnipotencia.
Querer «ser como Dios» es el pecado del hombre (Gn 3: 5), y sin embargo el hombre no tiene omnipotencia ni poder para crear un nuevo mundo o un nuevo hombre. El hombre se vuelve, por consiguiente, a la destrucción como medio de proclamar su omnipotencia. Como O’Brien, en declaró 1984: «Te exprimiremos hasta vaciarte, y luego te llenaremos nosotros». Como Orwell pone en boca de O’Brien en un famoso pasaje:

EL PODER ESTÁ EN INFLIGIR DOLOR Y HUMILLACIÓN.

El poder está en destrozar la mente de los hombres y volver a armarlas en las nuevas formas que escojas. ¿Empiezas a ver, entonces, qué tipo de mundo estamos creando? Es el exacto opuesto de las insensatas utopías hedonistas que se imaginaron los antiguos reformadores. Un mundo de temor, y traición, y tormento, un mundo de pisotear y ser pisoteado, un mundo que será cada vez no menos sino más inmisericorde conforme se refina.
El progreso en nuestro mundo será progreso hacia más dolor. Las viejas civilizaciones aducían que estaban fundadas sobre el amor y la justicia. La muestra se funda sobre el odio. En nuestro mundo no habrá emociones excepto el miedo, la ira, el triunfo y la degradación propia.
Todo lo demás lo destruiremos… todo. Ya estamos derribando los hábitos de pensamiento que han sobrevivido desde antes de la rebelión. Hemos cortado los vínculos entre hijo y padre, y entre hombre y hombre, y entre hombre y mujer. Nadie se atreve a confiar en una esposa o en un hijo, o en un amigo.
Pero en el futuro no habrá ni esposas ni amigos. A las madres se les quitará sus hijos al nacer, como uno recoge los huevos de una gallina. El instinto sexual será erradicado. La procreación será una formalidad anual como la renovación de una tarjeta de racionamiento. Aboliremos el orgasmo. Nuestros neurólogos ya están trabajando en eso ahora.
No habrá lealtad, excepto lealtad al Partido. No habrá amor, excepto el amor del Hermano Mayor. No habrá risa, excepto la risa del triunfo sobre el enemigo derrotado. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. Cuando seamos omnipotentes no tendremos más necesidad de ciencia. No habrá distinción entre belleza y fealdad. No habrá curiosidad, ni empleo del proceso de la vida. Todos los placeres en competencia quedarán destruidos.
Pero siempre no olvides esto, Winston siempre habrá la intoxicación del poder, constantemente aumentando y cada vez más sutil. Siempre, en todo momento, habrá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear al enemigo impotente. Si quieres un cuadro del futuro, imagínate una bota pisoteando una cara humana, por siempre.
Aquí, en pocas palabras, el pecado del hombre alcanza su autorrealización. A fin de dárselas de dios, para ganar la sensación de omnipotencia, el terror total y la destrucción total, efectuada con plena perversidad, son el camino del hombre a la deidad.
Pero esta violencia perversa, esta pseudo omnipotencia, acarrea la ira de Dios, y «de generación en generación» subsiste la enemistad de Dios contra todo amalecita.
Tan seguro como que el primer Amalec fue exterminado y, en Amán, el último de los amalecitas conocidos, los Amalec y amalecitas de hoy están bajo condenación, y deben ser eliminados. Nótese el destino de Amán:
Y dijo Harbona, uno de los eunucos que servían al rey: He aquí en casa de Amán la horca de cincuenta codos de altura que hizo Amán para Mardoqueo, el cual había hablado bien por el rey. Entonces el rey dijo: Colgadlo en ella. Así colgaron a Amán en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo; y se apaciguó la ira del rey (Est 7: 9, 10).
Tercero, Amalec atacó a Israel. Según Deuteronomio 25: 17-18, Amalec «no tuvo ningún temor de Dios». El ataque de Amalec contra Israel, según el «folclor midrásico», fue un desafío obsceno a Dios y desprecio de Dios. Cuando los hombres atacan al pueblo de Dios, a menudo hay un ataque encubierto o abierto contra Dios. Como no pueden atacar directamente a Dios, atacan al pueblo de Dios. Por eso hay una guerra continua entre Amalec e Israel, entre el pueblo de Dios y los enemigos de Dios. El resultado debe ser el exterminio de los enemigos de Dios. Por eso.
Cuarto, el pueblo del pacto debe librar guerra contra los enemigos de Dios, porque esta guerra es a muerte. La violencia obscena deliberada, refinada, de las fuerzas anti Dios no da cuartel.
Quinto, esta guerra debe continuar hasta que los amalecitas del mundo sean eliminados, hasta que prevalezca el orden-ley de Dios y su justicia reine.
Debido a que la omnipotencia de Dios es total, la falsa omnipotencia del hombre, el supuesto dios, también es total en sus imaginaciones vanas. Esta falsa omnipotencia se vuelve cada vez más violenta, cada vez más perversa. No se aplaca. Su objetivo es la manifestación de puro poder, y, debido a que no puede manifestar poder para regenerar, manifiesta poder para destruir.

La tipología de las manos levantadas de Moisés (Éx 17: 11, 12) nos dice cómo se puede destruir a Amalec: con ofensiva a brazo partido en todos los frentes, pero siempre con plena dependencia en el Señor, que es la única base de la victoria.